Monday, July 30, 2007

X Festival Internacional de cine Expresión en Corto


El pasado miercoles 25 de Julio dio inicio el décimo Festival Internacional de cine Expresión en corto 2007, en la ciudad de Guanajuato, Gto. La inauguración estuvo repleta de estrellas, entre ellas la homenajeada Patricia Reyes Espíndola, quien recibió la medalla conmemorativa del festival, diseñada en plata por escultores de San Miguel Allende.
El jueves comenzó con la proyección de cortometrajes en diversos puntos de la ciudad, en las categorias de corto experimental, video internacional, corto mexicano, guanajuatense, entre otros. El gran evento del día fue el homenaje que recibió Tim Burton, estrella principal de esta edición, quien enloqueció al público con su alborotada cabellera al entrar en el auditorio, sonriendo nerviosamente, ante la avalancha de flashes que encandilaron a todos los asistentes. Todo aquel al que se le concendió micrófono, le expresó a Burton su disponibilidad para cualquier película que fuera a realizar, si quería rancheras, estaba la actriz y cantante Astrid Haddad, hombres feos q no necesitaban caracterización, sobraban. Al subir al podium Burton expresó su alegría por estan en México y sobretodo en Guanajuato. Agradeció al festival por tomarlo en cuenta y a los realizadores del homenaje. Se prosiguió con la película El extraño mundo de Jack. Los siguientes eventos serían la proyección de cortometrajes de corte Lesbico & Gay en los túneles de la ciudad o la proyección de diversas películas de terror en los panteones municipales.

El viernes 27 el teatro principal proyectó una selección de documentales que contaron con una extraordinaria diversidad y calidad. Aquí se pudo encontrar desde "cholitas" bolivianas que le hacían a la lucha libre en traje típico hasta la terrible y un tanto olvidada invasión de Japón a China en el '37. Por la noche se proyectó en una pantalla improvisada en las escalinatas de la universidad de Guanajuato la película de Anthony Quinn Los hijos de Sánchez, para conmemorar a Josefina Echánove y a Reyes Espindola. Terminada la función los túneles se volvieron a abrir, ahora para proyectar lo mejor de Kenneth Anger, la cual se extendió hasta las tres de la madrugada. En esta presentación se vislumbrarón los cabellos esponjados de Burton quien se coló entre los asistentes hasta encontrar un rincón oscuro del cual no pudiera ser bien visto.

El sábado 28 prosiguió la proyección de cortometrajes en el auditorio del estado y la proyección de los trabajos del rally Volvo en un minuto, en el cual cinco grupos de cineastas tenían el reto de realizar un corto en 24 horas. Se dio paso a la clausiera del festival a las nueve en punto, con lo que se premiearon los mejores cortos en su género. El mejor cortometraje se lo llevó Millan, que cuenta de una manera conmovedora y fuerte la forma en como la guerra afecta mucho más de lo que se piensa. El final sorpresivo lo dió el pais invitado para la 11aba edición
que sería ni más ni menos que la INDIA. Guanajuato celebró por su parte la clausura del festival con nubes cargadas que de repente dejaban salir pequeños relampagos para embellecer aún más la ciudad.

Gracias y, MÁS CINE, PORFAVOR.



Wednesday, July 25, 2007

Casa en Ruinas


Amigos de Aguascalientes, es ya bien sabido del premio de la compañera Arlette, ahora lo pueden conseguir en la librería el Barco, (dnd trabajo, x cierto).

La casa envejece más de prisa
porque ha presentido la eternidad
que viene a instalarse en sus escombros

Friday, July 20, 2007

Esta noche hará frío


Esta noche hará frío

Recuerda, cuerpo, cuanto te amaron

no sólo las camas que tuviste

sino también los deseos

que brillaron abiertamente

en los ojos que te vieron

Tiempo después, cuando aquella señora se dio cuenta frente al espejo de que estaba perdiendo sus atributos, fue a comprar un vestido rojo, inapropiado para su edad. Con él puesto, esperó entre cremas y maquillajes a que la noche llegara. Se fue al parque donde se sentó en una banca iluminada a fingir que leía, en espera de un hombre joven que le ayudara a superar la crisis de los cuarenta.

Los hijos del deseo no tardaron en encontrarla, sus ojos se miraron, sus labios hablaron y fue así como ella les tendió una escalera de posibilidades que ellos subieron hasta llegar al peldaño de las proposiciones. Esto le bastaba para convencerse de que aún era joven. Entonces se daba el lujo de detenerlos en su ascenso y empujarlos hacia abajo, siempre con la misma frase: ¿Pero que clase de mujer cree que soy? No soy una puta. Entonces se paraba y atravesaba el parquecito para sentarse en el otro extremo, en la espera de un hombre atractivo, uno con dinero y brazos fuertes, no como esos hombres promedio que eran los más usuales y hambrientos. Se sentaba y abría su librito. Hasta que llegaba alguien a preguntarle porqué estaba tan sola, cuál era su nombre y que cosas le gustaban, que si no era la modelo que protagonizó tal película hace unos años, que si ella quería ir a su casa porqué él tenía una botella de whisky en espera. Ella en todo ese proceso le encontraba mil defectos. Para evitarse quedar atrapada entre sus brazos, antes de aceptar tal proposición, les preguntaba: ¿y cuánto le mide? Ellos respondían con una sonrisita confianzuda: que tanto. A lo que ella se paraba indignada, se acercaba a sus oídos y les susurrabas: Demasiado pequeño para mí. Y se alejaba al otro extremo, carcajeada. Era así como ella sentía que triunfaba sobre esos príncipes que la querían rescatar, ella era la misma bestia que se custodiaba, la que lucharía contra todo aquel que no fuera el príncipe perfecto que esperaba.

Una noche vislumbró a un muchacho joven y atlético, que caminaba pensativo por el parque. Ella se afinó la garganta pero él no volteó, fingió que estornudaba pero él no la escuchó, se roció de perfume y curiosamente él se le acercó:

- Disculpe, ¿está leyendo El Dr. Florence y la joya enterrada? – le dijo

- ¿mmm? ¿Qué? – ella no comprendió de que hablaba

- Sí, ¿en que parte va? ¿ya llegó a donde lo buscan por tener una joya enterrada en la cabeza?

- ¿Cómo te llamas muchachito?

- Isaias. Yo estoy leyendo ahora su más reciente novela

- Con que te gusta… - giró el libro que tenía entre sus manos para ver el autor- C.M. Vazquez, pues lo acabo de comenzar a leer.

- Es difícil de encontrar.

- Me lo han heredado. Mi madre. Murió hace poco en un accidente, y entre las cosas que me dejó están una pila de libros. Ahora vivo sola. Deberías ver la cantidad de desperfectos que hay en la casa, ¿no sabrás algo de electricidad? Porque por más que cambio los focos de mi recamara no prenden…

- Pues algo he de saber, pero yo lo que quiero es ser escritor.

- Ah, pues en mi casa tengo muchísimos libros, unos rarísimos, con ilustraciones que no entiendo. Tal vez te interesen algunos, si quieres, te los puedo regalar. – Se descubrió nerviosa, al ser ella la que buscaba en sus ojos la complicidad lúbrica que ansiaba. Podemos ir ahorita.

- Ah, vale, pues yo no puedo, es un poco tarde, aparte no me conoce. Debería ser usted un poco más desconfiada.

- Ah, tiene razón –se rió nerviosa. Se imaginó como una loba descubierta vestida de oveja. No supo qué decir. – Pues me llamo Lucía.

- Bueno, pues será mejor que me vaya, señora Lucia. – dijo él amablemente.

- ¡Espera! si quieres los libros puedes pasar mañana por mi casa, tomar una taza de té, escoges los que te gusten.

- Se lo agradezco, pero no.

- ¿Qué quieres? ¿Quieres libros nuevos? ¿Dinero para que los compres? – Lo deseaba desesperadamente- La educación es muy importante, estaría muy contenta de poder apoyarte. Ven a mi casa mañana, te pasaré los libros.

- Lo único que usted me quiere pasar es un herpes. – Le dijo mientras se alejaba entre las sombras del jardín.

Wednesday, July 18, 2007

Explícame claramente, Joe

- Llevo media hora aquí sentada, intentando caer en la tentación de abrir uno de esos cajones y echar un vistazo a tus cartas ¿y sabes una cosa? Ni siquiera me ha entrado curiosidad. Tremendo ¿verdad? No me importan tus secretos, tampoco me importa que no los tengas. Si me hubieras dicho que querías ver mis cartas te habría contestado que sí, adelante. No tengo nada que ocultarte. - Alzó un poco la voz, que también adquirió cierto temblor. Nunca la había visto tan furiosa- Hasta has dejado abierto el cajón para que me diera cuenta nada más entrar. Es una declaración, un recado que me das, una señal. El caso es que no sé lo que significa. Alomejor es que soy tonta. Así que explícame claramente, Joe. ¿Qué estás tratando de decirme?

Amor Perdurable
Ian McEwan

Wednesday, July 11, 2007

Todo un éxito

En el metro hay una fotografía en blanco y negro. Una mujer desnuda está tediosamente parada sobre una superficie de agua estable. Tiene la piel joven y fresca, el cabello recogido y ordenado con un pasador plateado. Posa todos los días para la multitud que entra y sale de los vagones.

Sonrió ligeramente para que ningún transeúnte lo notara. Fue entonces cuando le incomodó el prendedor que le mantenía relamido el cabello, estaba harta de la composición que habían establecido para ella, rígida y severa, en ese anuncio de lencería. Una madrugada la mujer se quitó el prendedor, lo tiró al agua, se agitó la cabellera, se puso en posición seductora y brincó para permanecer estática sobre el lago.

Nunca le pasó por la mente que debajo del agua había peces, que uno de ellos encontraría apetecible tal accesorio y lo comería, que su estomago no lo podría digerir y en cuestión de minutos pasaría a mejores aguas. Alguien debió haberle avisado al pez mayor que si ese pez estaba regordete no era por bien comido. El pez mayor se lo devoró completo sin saber que él correría la misma suerte. A éste se lo comió uno más grande y a éste uno superior, hasta que un tiburón apareció intoxicado, flotando debajo de la mujer.

Ella no notó el cambió hasta que el tiempo y el bochorno apremiante del metro fueron calentando al tiburón, al punto que se le hizo una panza enorme y explotó, quedando al descubierto el último pez ingerido. De éste salió el anterior que también explotó y así sucesivamente hasta que el prendedor quedó flotando en el agua. Las miasmas se hicieron más fuertes hasta que la alegre mujer en vez de una sonrisa tenía una mueca de asco. El olor putrefacto fue infectando el espacio y ella empezó a sentirse mal, le cambio el color de su piel a verde seco, el cabello se le caía a mares, vomitaba cada vez más hasta que por fin, un día, amaneció flotando entre pescados abiertos con un hermoso prendedor plateado al lado. A pesar de todo esto, la campaña publicitaria de ese año fue todo un éxito.

Fracción de El amor en los tiempos del Colera

1
Recostados en el sofá, muy juntos, hablaron de ellos, de lo que fueron antes de conocerce una tarde de quién sabe cuando en el tranvía de mulas. Sus vida transcurrían en oficinas contiguas, y nunca más hasta entonces habían hablado de nada distinto del trabajo diario. Mientras conversaban, Florentino Ariza le puso la mano en el muslo, empezó a acariciarlo con su suave tacto de seductor curtido, y ella lo dejó hacer, pero no le devolvió ni un estremecimiento de cortesía. Sólo cuando él trató de ir más lejos, le cogió la mano exploradora y le dió un beso en la palma.
- Pórtate bien -le dijo-. Hace mucho tiempo me di cuenta que no eres el hombre que busco.


2
Siendo muy joven, un hombre fuerte y diestro, al que nunca le vio la cara, la había tumbado por sorpresa en las escolleras, la había desnudado a zarpazos y le había hecho el amor instantáneo y frenético. Tirada sobre las piedras, llena de cortaduras por todo el cuerpo, ella hubiera querido que ese hombre se quedara allí para siempre, para morirse de amor en sus brazos. No le había visto la cara, no le había oído la voz, pero estaba segura de reconocerlo entre miles por su forma y su medida y su modo de hacer el amor. Desde entonces, a todo el que quiso oírla le decía: "Si alguna vez sabes de un tipo grande y fuerte que violó a una pobre negra de la calle en la Escollera de los Ahogados, un quince de octubre como a las once y media de la noche, dile dónde puede encontrarme".


García Marquez

Saturday, July 07, 2007

El día que cumpliste nueve años levantaste en la playa un castillo de arena. Sus fosos se llenaron de agua de mar, en sus almenas ardió la eternidad del sol, sus patios fueron incrustaciones de coral y reflejos. Los extraños se acercaron para admirar tu obra. Saciado de escuchar que tu castillo era perfecto, volviste a casa lleno de vanidad. Pasaron ya doce años desde entonces. A menudo regresas a la playa, intentas encontrar restos de aquel castillo. Acusan al flujo y reflujo de su demolición. Pero no son culpables las mareas: bien sabes que alguién lo abolió a patadas -pero algún día el mar volverá a edificarlo.

JE Pacheco