Pues no, que quiere que le diga, mi corazón no tiene barillas de soporte, aunque no sería mala idea ponerselas después de conocerle, porque fíjese que a veces siento que todo se me derrumba, -y no es porque me abrace, allí sí no me importaría que me quedara en los cimientos, que me cubrieran de cemento y me olvidaran, siempre y cuando sea cerca de su corazón- cuando usted no está.
Dirá que soy un exagerado, pero compréndame después de aquella noche de borrachera cuando nos fuimos de fiesta, y sin querer queriendo nos besamos, me acerqué a su oido para decirle que me gustaba la malteada de fresa, y no pude soportar sentir su mejilla junto a la mia, mientras se alzaba su desvelada boca. No se preocupe, yo sé que usted pensó que mis labios eran mis orejas, suele seguido pasar, que no era su intención besarme sino seguir platicando. Y pues vaya discurso que se echó. Le comprendí perfectamente el laberindo de soledad en el que se había perdido, donde construyó coloridas ventanas para mirar el atardecer del dia, de sus ideas, de su juventud.
Y como explicarle lo bien que me la pasé a su lado, cuando crucé mi mano sobre su pancreas, mi pecho contra su espalda, supongo que tambien sintió el sutil ardor de la esquirla del deseo, yo requetela sentí, se clavó directito en la cactasea de mi corazon, la infectó tanto que floreció en el desierto, que hoy, de nuevo habito.
Aquella noche cuando fue el farol observador de sus sueños...
(continuará...)
Dirá que soy un exagerado, pero compréndame después de aquella noche de borrachera cuando nos fuimos de fiesta, y sin querer queriendo nos besamos, me acerqué a su oido para decirle que me gustaba la malteada de fresa, y no pude soportar sentir su mejilla junto a la mia, mientras se alzaba su desvelada boca. No se preocupe, yo sé que usted pensó que mis labios eran mis orejas, suele seguido pasar, que no era su intención besarme sino seguir platicando. Y pues vaya discurso que se echó. Le comprendí perfectamente el laberindo de soledad en el que se había perdido, donde construyó coloridas ventanas para mirar el atardecer del dia, de sus ideas, de su juventud.
Y como explicarle lo bien que me la pasé a su lado, cuando crucé mi mano sobre su pancreas, mi pecho contra su espalda, supongo que tambien sintió el sutil ardor de la esquirla del deseo, yo requetela sentí, se clavó directito en la cactasea de mi corazon, la infectó tanto que floreció en el desierto, que hoy, de nuevo habito.
Aquella noche cuando fue el farol observador de sus sueños...
(continuará...)
1 comment:
Carlos te mando un abrazo.
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