Thursday, November 30, 2006
Wednesday, November 29, 2006
A song to sing goodbye
Volver. El 21 de diciembre voy a volver.
Cuando supe que fui aceptado en la universidad de Guanajuato, la alegria llegó muy tarde.
- ¿El numero 30? Sí, si fue aceptado. Felicidades.
Preparé maletas y me fui. Dije: No voy a volver a este miserable pueblo, donde el cielo es de barro y se desangra en gotas gruesas sobre la cabeza, endureciendo la juventud y la razón.
No quería sentir las manos de la yerba que me inducian a la boca de un mar, verde e inmenso, que agitaba miles de deditos en forma de ola, para obligarme a navegar en tierra firme.
Le dije adios al viejo silencio, al anciano tirado en la ezquina de mi cuarto, siempre atento a lo que me callaba, siempre escuchando más de lo debido, cuestionándome, metiéndome ideas por un embudo de palabras sin sentido. Cerré mi maleta y los dejé afuera. Con ellos no se puede cargar, pesan demasiado.
Volví. Partí. Y ahora vuelvo otra vez...
Saturday, November 25, 2006
Monday, November 20, 2006
Miguel
Desde hace ya casi un año corre por mis venas el ardor por conocer mi país de mochilazo. De salir un dia de mi casa, pararme al lado de la carretera, estirar la mano, cerrar el puño y levantar el pulgar hacia arriba. Rumbo: Lejos.
El adolescente que traigo anda moribundo, lo he tenido en un estado anímico desde que estoy trabajando en esa casa de cambio. Pobre, ya le hace falta que lo deje pintarse el pelo de verde, que se levante a las 11, que se quede acostado jugando playstation, que tome la pared de su cuarto para pintarla como le plazca. Le quiero escuchar cuando me dice que nos vayamos de viaje, que solamente hay hasta los 21 para arriesgarse, para hacer esto, ya más grande la edad echa capas de cemento sobre los pies, difícilmente se puede, no es lo mismo, ya para ese entonces, incluso, algunos adolescentes fallecieron. Me dice no hay que arriesgarnos.
Esto me recuerda la vez que ayudé a Miguel, en el Cervantino, un chavo que vino a escuchar a un grupo de música brasileña, de esos que se juntan en círculos, tocando bongos, aplaudiendo gritando para gestar el fuego de las personas que bailan en el centro. Él estaba sentado en la plaza de san Roque, pobre, no sabía que era en San Fernando donde estaba lo que él no encontró. Yo regresaba de una función de teatro, donde me reencontré con unos amigos colombianos. Me habían invitado a tomar un café, yo para no estar solo con ellos llamé a Horacio, pero él jamás apareció, en el lugar donde quedé con él estaba Miguel. Cuando lo vi supe que era el tipo de personas alivianadas, siempre en busca de experiencias, de los que son "banda", de los que fuman de la verde y de la azul, de los que tienen los ojos más grandes que los demás por todo lo que han visto, de los que no entienden de sistemas ni gobiernos, de los rebeldes, de los solitarios, peor aún, era de los abandonados. Le dije que si le podía tomar una foto, veía en él el reflejo de el esqueleto que sostiene al Cervantino, tan joven y tan vacío, tan lleno de una vida que succiona alcohol y cultura. Total que le hablé y supe que venía de Veracruz, que quería viajar y conocer todo México, que ya iba de regreso, que dejó a su abuela con su hermana de nueve años, que venía recolectando cosas de los estados en los que había estado, que no había comido desde sabe cuando, que no sabía en que mes estaba ni hacia donde se dirigía. No me hubiera sorprendido que no supiera su nombre.
A las ocho tenía la cita en el café, le dije que si quería ir a charlar con ellos. Allí, platicamos, mientras pedía tímidamente un café y un churro, después ya con más confianza, unos molletes. Lo que más me sorprendía de él era su valor, valor para hablar con extraños, valor para abrir sus labios y platicar su historia, sin miedo a decir su desgracia y su virtud. Pasamos así toda la noche, ya ni recuerdo, luego sucede que la memoria teje los recuerdos de tal modo que uno recuerda lo que quiere y termina por desconfiar de uno mismo. La pareja de colombianos le dio algo de dinero, me dio gusto, ya podría regresar en autobus hasta Veracruz sin exponerse a todos los peligros que platica mi madre. Ya que el dinero que obtuvo no era demasiado, decidió guardarlo, sólo faltaba saber donde iba a pasar esa noche, él mencionó que uno de los cuates anónimos que conocía le comento que en caso de que necesitara lugar para hospedarse fuera a tal hotel, lo malo fue que en el hotel le cerraron las puertas en la nariz.
Yo le ofrecí mi cuarto, el profesor con el que compartía la pequeña habitación no había ido desde hacia una semana. En la casa donde rentaba tenía prohibido introducir a personas ajenas, pero quería ayudarlo. Así que esperamos hasta las dos de la mañana a que los dueños dejaran de ver Bailando por un sueño y se fueran a dormir. Afuera, sentados entre las lozas rojas, entre el calor que vaga llorando por las calles, dos veces nos ofrecieron la posibilidad de pasar a cobijarnos con una sabanita. Él no quiso, yo tampoco, claro. Me dijo que no se solía drogar, ni tomar. Diez minutos después de que apagaron la luz de la sala, subimos por la escalera, cruzamos la sala, la cocina, el patio donde afortunadamente, ninguno de los cuatro perros ladró cuando nos vio entrar. El vértigo de dio insomnio, sacó un cargador y conectó su celular, me pregunto el día en el que estábamos, Martes 19, ¿de que mes? de Octubre... son las 3:30 am. A las ocho, lo tuve que despertar, dormía sobre una cobija café, en el piso. Teníamos que salir temprano, yo sabía que los dueños de la casa se levantaban tarde, como a las 11, pero aun así, no debía arriesgarme. Comencé a abrir la puerta cuando tocó una microscópica canción con los bongos, no necesité palabras para comprender que él estaba agradecido. Abrí la puerta, palidecí, volví a cerrarla. La señora del aseo siempre llegaba temprano.
Y pensé, y pensé, hasta que se me ocurrió un plan.
Plan A: Yo trataría de cubrir la vista de la señora del aseo con mi portafolio de dibujo, mientras le preguntaba como se hacía el huevo a la mexicana, con aliento entrecortado y ojos de incredulidad, con una cebolla en la mano y un tomate en otra. Plan B: Golpearla hasta la inconciencia. Y lo mejor de todo, es que ella cayó en el plan A. Se puso a explicarme cómo le había enseñado su madre a hacer machaca con huevo, y ahí la tengo, picando entre rodajas el chile, el tomate y mentira. Preparando todo. Se me bajaba el azúcar cada vez que se volteaba a agarrar algo de la alacena. Yo no la escuchaba, sólo me preguntaba como le haría Miguel para arrastrarse por la sala y la cocina, sin hacer ruido, con sus bongos colgados al cuello hasta la puerta entreabierta que daba a las escaleras. Los quince minutos más largos de mi vida. Al final ni me comí el huevo, le dije a la señora que regresaba en un momento, pero sólo regresé a cenar.
Me asomé al cuarto y no había nadie, baje corriendo las escaleras, entre las sombras estaba brincoteando. ¿Como explicar que nos libramos? Como explicar que él ya estaba libre, que solo tenía que salir de por la puerta, que el fuego no nos había alcanzado, que la bola de piedra que venía detrás de nosotros se quedó picando cebolla.
Una soledad lo motivaba a seguir, se fue Miguel y toda su historia, lo que no se fue, lo que no consigo que se vaya, es el deseo de conocer mi México.
Saturday, November 18, 2006
La casa en el cajón
LA fachada es rosa mexicano, las puertas y ventanas estan enmarcadas por un blanco que contrasta con las demás casas. La puerta de madera gris ya está desgastada y rechina cada vez que alguien entra. En el vestibulo, tanto a la izquierda como a la deracha hay habitaciones, por la derecha solamente se puede entrar a los otros cuatro cuartos, uno tras otros, con una puerta en el tercero para salir a la sala, ésta es amplia de pizos naranjas y paredes verdes. Los colores siempre inundaron mis pies. Hoy he recordado el placer que me provocaba abrir los cajones de esos cuartos donde sacaba las cosas más raras, fotografías viejas, llavez enormes, libros, cassettes, todo ello memoria tangible de personas que yo no conocía. De tías y tios que habían pasado fugitivos por lo que yo perseguí en ese entonces. No solo descubría cosas de ellos, sino de mi mismo, cosas que el presente olvida, y lo deja para un pasado inconsiente. Encontraba mis juguetes perdidos, carritos rojos, cuadernos donde escribia "a, a, a, a, a, a, a, a, a" para poner debajo "b, b, b, b, b, b, b, b, b, b,", cartas a mis padres con letra fea. "Te queiro mucho, mami".
Y cuando un cajón se acabava, seguía otro, lleno de más libros, de libretás de cartas de amor que yo no comprendía. No me extraño encontrarme un corazón enfrascado, unos ojos llorozos, unos labos partidos, todo se había encargado mi abuela de guardarlo muy bien.
Me resulta ahora increible lo enorme que es la casa, pero me encanta más la forma en como lo tiene guardado.
Thursday, November 09, 2006
I'm StreSSssSSSS
Jugar videojuegos: Y la neta es que sí, cada vez que me siento estresado, saco mi gueimboi pa jugar un ratito, pero nomás es que lo vean mis primillas y OH X DIOS, el estres me invade de nuevo, y es que:
- ahhhhhhhhhhhhhhh me lo prestas??????
- No
- Mamaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaá, _____________ no me quiere prestar su juego.
- Préstacelos un ratito mijo, tú lo tienes todo el día.
- ...o...ok...k....
-ieeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee
Media hora despues,
- Ahhhhhhhhhhhhh me lo regresas para jugar un ratito?
- Esperate, estoy jugando
- GRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRRR!!!!
Otros, prefieren hacer ejercicio, sudar todo lo que se trae adentro, así que anoche salí del trabajo, y me regresé en bici a la casa, no sin antes pasar a mentarles la madre a todos los del trabajo, mientras le pedaleaba a todo para cansarme en un parquecito cuandooooooooooooooo........ la madita bufanda nueva se me arruino al enredarse en esa ... parte circular con piquitos de la bici!!!
Asi que salir en bicicleta queda tachado de mi lista de Cosas para desestresarse. Ah...
Friday, November 03, 2006
Oye Carlos, ¿Por qué tuviste que salirte de la escuela esta mañana?
Entre los telefonos y miles de envios erroneos que rodean y giran al rededor mi area de trabajo, siempre hay un tiempo para pensar, que más bien ni se piensa, más bien se recuerda. Hoy por ejemplo he recordado lo que Gaby, una ex compañera de trabajo en la librería el Barco, siempre me cantaba: "Oye Carlos, ¿Por qué tuviste que salirte de la escuela esta mañana? Oye Carlos ¿Por qué tuviste que decirle que la amabas, a Mariana?" lo recordé ahora por el comentario de esa Ché Niña, la mariana, a la que no le dije que la amaba pero si que la queria.